La Tierra Poderosa

Los señores del fuego y del ganado también fueron constructores de ciudades. A su vera prosperaron los artesanos y los comerciantes. Los caminos se extendieron como telas de araña, abriéndose paso entre las sierras y los bosques.

Por los caminos corrían, no solo las gentes y el ganado, las riquezas o las mercancías. Volaban también las leyendas, el temor de los dioses y los cánticos de los bardos.

Los pueblos comerciaron unos con otros hasta que un anillo de ciudades descolló con luz propia. Como nudos de red, las ciudades tensaron la malla de la Tierra Poderosa, Slavamir. Y las gentes supieron que más allá de sus aldeas perdidas entre pastos y florestas se extendía un poder mayor, que los cubría y al que también pertenecían. Por las rutas de tierra pisada también se esparció el orgullo.

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