Los dos hermanos

Vladi, el mayor, se ciñó la corona de siete gemas y subió al trono de Slavamir. Voidan, nombrado señor de Valmir, contuvo a los enemigos del trono.

El rey fue un hombre de guerra; su hermano, un conciliador. Aquel empuñó la espada; éste la palabra. Ambos combatieron la discordia que cundió por las ciudades del reino.

La paz fue breve en tiempos de Vladi. El oro se resistía a abandonar las manos de sus dueños, señores de las comarcas montuosas. Las ciudades se agitaron; los varik despertaron de su letargo sumiso y en Valmir brotaron las intrigas. Slovan levantó un imperio, su descendiente tuvo que defenderlo. Y la guerra asoló de nuevo las tierras de Slavamir.

En el palacio de Dagor, una niña huérfana de ojos negros se acostumbró a despedir a su padre y a vivir recordando. En la mansión real de Valmir, un muchacho audaz de mirada oscura crecía a la sombra del rey, alimentando sueños y ambiciones.

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